viernes, 9 de septiembre de 2011

Por delante del futuro




Corría por el borde del plato del reloj tan rápido como las
piernas me lo permitían. Bajo ellas pasaban las marcas
impresas de los minutos a razón de una por segundo y
cada cinco marcas un número gigante pintado en el suelo.
Atrás quedaba el cuatro. El segundero avanzaba con un
ruido ensordecedor, como si lo arrastrara el mecanismo
de un molino. De momento le sacaba siete segundos de
ventaja, aunque no sabía por cuánto tiempo. Al llegar al
nueve aflojé el ritmo y perdí dos segundos. No lo
conseguiría. Antes o después me daría alcance. Justo
cuando mi moral estaba a punto de desfallecer caí en la
cuenta de que cuanto más cerca estuviera del centro
menos espacio tendría que recorrer y podría pensar en
cómo escapar. Entonces me sorprendió un impacto seco,
contundente y el tiempo se me echó encima.

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