lunes, 12 de septiembre de 2011

La luz detenida




Dice mi madre que, de niño, me encantaba sacar los
álbumes y hablar con las fotografías. Que mis deditos
recorrían los inmortalizados recuerdos, a la par que mi
lengua de leche resolvía los nombres con apás, amás, la
tá, el né, onse, ela o alo. Que aquellos días fueron los
más felices de su vida y que cuando crecí lo suficiente
como para recopilar mis propios recuerdos, ella no volvió
a repasar los suyos. Los álbumes también envejecen y
antes o después, acaban muriendo.

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