martes, 22 de mayo de 2012

Espacios reducidos


En una caja se puede guardar el tabaco, un encendedor
y piedras para el mismo. Se pueden reunir esas fotos que
uno desea proteger del tiempo o las cartas de amor y
desamor de la adolescencia. En una caja reposa la
pequeña llave que protegía de las narices curiosas nuestro
infantil diario, junto a un amarillento calendario de bolsillo
que contiene algo más que doce meses. En una cajita
guardamos esas tres o cuatro monedas antiguas y un
billete de cien de Falla doblado al medio. Dos conchas
de aquel paseo por la playa o la primera pulsera de hilo
que nos compramos. Una canica, un pendiente anónimo,
el poema con letra de escolapio que no enviamos. En
una cajita, como la tuya, como la mía, cabe todo nuestro
pasado.


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