A eso de las veinte treinta
un cosquilleo recorrió mi torso,
una agradable presión se instaló
en la puerta del estómago,
un brillo antiguo alegró mis ojos,
uno o dos grados de más
ruborizaron mis mejillas
y un soplo de aire me erizó el vello,
y todo lo generó aquel suspiro
que dejaste al alcance de mi oído.
diossss!...qué bonito lo haces tío!!
ResponderEliminarMuchísimas gracias, g@b.
ResponderEliminarel susurro erizante....¡¡¡¡
ResponderEliminarvemos , que sí, que sí¡¡ petons