Andrés meditó unos segundos antes de
responder. Se
acercó a la mesa y sin abandonar la vertical,
dijo:
“Está bien. Imaginemos que tengo una moneda,
por
ejemplo ésta. Lanzamos la moneda y anotamos
el
resultado, bien cara o bien cruz. Repetimos
esta acción
todas las veces que deseemos y entonces
observaremos
como a mayor número de tiradas, los
resultados tienden
a igualarse. Y esto es muy importante, porque
nos permite
afirmar que un suceso, aparentemente aleatorio,
muestra
a la larga cierto comportamiento predecible.
De ahí que
le haya invitado a abandonar el aula sin
ningún
remordimiento, porque usted se comporta
igual: Es una
moneda. Pero con idéntica imagen en ambas
caras”.
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