Alguien gritó:
¡A las armas!
Y entendieron:
¡A amarlas!
Y se dieron al abrazo. Y sin armas todas las
almas, a la
voz de ¡retirada!, entendieron parrillada
y, como es sabido,
después del amor se despierta el apetito y la
sonrisa.
Y como no hubo que lamentar ninguna muerte,
todos
dijeron: ¡Qué suerte!
Qué buen matarratos es este micro. Aunque seamos ya siete mil millones de almas (casi naaá) hagamos el amor y no la guerra, eso sí, pongamos medios profilácticos de por medio que placer y natalidad no tienen porque ir de la mano.
ResponderEliminarAbrazos Santi.
No tener que lamentar ninguna muerte, efectivamente, es una suerte.
ResponderEliminarUn saludo.