Con un dedo encendemos y apagamos las luces,
subimos
y bajamos en ascensor, anunciamos visita en
las casas
ajenas, sacamos dinero de los cajeros
automáticos,
accionamos las ventanillas del coche,
estampamos nuestra
huella de identidad, ponemos a punto los
orificios nasales,
pedimos la palabra, podemos decir no, resolvemos
operaciones en una calculadora, acusamos a
los demás,
pulsamos el botón de la cisterna y detenemos
el tráfico
si queremos cruzar la calle. Con un dedo
manipulamos
el mando a distancia, sacamos todo su partido
a un móvil,
elegimos producto en las máquinas
expendedoras,
podemos decir que te den, rogamos
silencio, decidimos
la cantidad de combustible que le ponemos al
coche,
apresamos una lágrima, evitamos un beso,
contamos
hasta uno, aplastamos una hormiga y nos
guiamos por
las líneas cuando aprendemos a leer hasta que
el dedo
se topa con el punto y final.
Una reflexión tan original como verdadera.
ResponderEliminarUn saludo.