Entre sus dedos descansan un libro de cubierta verde, ligeramente entreabierto. En su regazo, los dedos presos de la mano, descansan libro y trama.
Sobre un sillón rojo sentada la dama estriba su brazo en el brazo rojo y su mejilla en la palma.
Sin pensar en lo que observan, con la mirada perdida y el rostro al este, sus ojos nos hacen ver que está en actitud reflexiva. Me pregunto si es Pablo en quien piensa o si anda inmersa en el relato.
A su izquierda, de la pared pende un marco que alberga un rostro, podría ser cuadro o espejo, o bien retrato o bien reflejo, tanto de ella como de él. Una gasa ligera de trazos envuelve su abdomen, cubriendo sin ocultar el hemisferio sur de ambos senos, el rubor de sus pezones. Me pregunto si piensa en Pablo como Pablo piensa en ella.
Seguí observando a la dama con el descaro del que mira sin ser visto. Habrá quien piense que la dama en cuestión es puta, no quisiera pecar de listo, pero no incita al deseo, ni destila erotismo la postura.
Una bata azul templa su cuerpo, poco después se irá a la cama.
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